lunes, 15 de marzo de 2010

Dignidad


La dignidad puede ser interpretada de tantas formas. Espero llegar a donde quiero.
Más de alguna vez he visto que se relaciona ese término con alguna actitud como "mantener levantada la cabeza" pase lo que pase. Yo no estoy segura que sea ese el sentido que le quiero dar. Recuerdo un tiempo que visitaba San Pablo, uno de los barrios del DF donde se organiza la prostitución (al amparo de este santo).
En el barrio, existen zonas por edades, o por otro tipo de comodidades o servicios que se  ofrecen, si es en un cuartito de vecindad o de hotel por ejemplo.
Es de esas realidades que se confunden con el paisaje del comercio y puedes dejar de ver si no estás atenta. Pero ahí entre los comercios, en las columnas que separan uno de otro, ahí estaban ellas, las más jóvenes, 14 años aproximadamente, con la cabeza más o menos baja, sin mirar a los ojos.
Por eso me parece que no consiste en eso la dignidad, porque así, con el miedo, la incertidumbre, están ahí, tal vez con la cabeza baja pero no por eso con menos dignidad "para mí".

Alguna vez iba a una guardería donde unas religiosas de pantalones y buen humor,  cuidaban a sus hijos/as. Ahí las mujeres que trabajaban en contexto de prostitución, tenían levantada la cabeza, llegaban y eran tratadas como mujeres que trabajan por sus hijos. Cada cuatro horas iban a dar su leche a los hijos/as y cuando se iban a la calle, les deseábamos suerte para encontrar clientes. Ahí sí que eran dignas.
Por aquí he llegado a donde quiero... la dignidad tiene mucho más que ver con el reconocimiento del valor por parte de otras personas. Somos más dependientes de lo que a veces pensamos. ¿De qué le sirve a alguien saber que tiene derecho a que se respete su dignidad si nadie lo hace? ¿Será que por el sólo hecho de promulgarlo esto le ayude a levantar la cabeza y a vivir mejor?

No lo sé... creo que la única forma de sabernos dignos es "recibiendo" este regalo.
Todo esto es mío y no es mío, es de muchos. Le agradezco profundamente a Bárbara Andrade por la luz que me he regalado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez tuve un perro, el Duque, que no comía del plato que le servía una hermana que no lo quería y lo maltrataba. Por mucha hambre que tuviera, esperaba a que otra persona le llenara el plato. ¡Hasta los perros tienen dignidad! o su equivalente en el mundo de los perros...
Gracias por recordarnos que no sólo es importante tener dignidad, sino también reconocer la de los demás.

Iorek

Ico dijo...

Completamente de acuerdo,, dependemos de la confirmación de los demás, de su afecto y consideración.. haces reflexionar,. me gusta tu blog.. te seguiré más a menudo..